jueves, 22 de diciembre de 2016

Saludo de Navidad 2016




"En el pobre establo de Belén, el Cielo baja a la tierra, la gracia viene a llenar y elevar la naturaleza, y todo el orbe gira en torno al pequeño Niño que acaba de nacer."  Mario Hiriart

lunes, 17 de octubre de 2016

Oración de los Enamorados


“Madrecita, tengo un ansia infinita
de amar y ser amado.
El amor es tanto más elevado cuanto
más y mejor se conoce aquello
hacia lo cual se tiende;
El amor sin un profundo conocimiento del
amado es cuando menos demasiado instintivo.
Cuando uno se enamora… parece que todo
cambiara, que quisiera conquistar el mundo para
entregárselo al amado.
Sobre todo, se adquiere una estabilidad muy
grande sobre la tierra...
y se es capaz de realizar los mayores sacrificios
por esa persona.
El secreto de la fuerza creadora del amor está
en un ansia de unir todas las capacidades y
posibilidades del alma al servicio, alabanza y
gozo del ser amado.
Cuando se ama verdaderamente a alguien,
se está pendiente hasta de la última palabra
y del más pequeño gesto de ese alguien.
Pienso continuamente en quien amo,
imagino lo que vamos a hacer cuando estemos juntos,
y en la noche, mis últimos pensamientos y recuerdos son para ella.
Al poder gustar un poquito del amor humano,
no he conseguido sino anhelar más
un amor mayor y más perdurable para siempre.
Mario Hiriart

lunes, 18 de abril de 2016

El Padre Joaquín Alliende habla sobre la vida y obra de Mario Hiriart

Este testimonio me gustó mucho porque conocí aspectos de Mario de la vida común que no me imaginaba y en los pequeños detalles de la vida diaria él iba construyendo su santidad.




sábado, 9 de abril de 2016

Schoenstatt lleva a Roma la Causa de Mario Hiriart


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Oración de Mario Hiriart cuando visitaba a la Mater en el Santuario

ORACIÓN PERSONAL DE MARIO PARA LAS VISITAS AL SANTUARIO

            Madrecita querida: así como el niño espera con ansias cada día el momento de volver a su hogar y descansar en el cariño maternal, anhelaba mi corazón el poder llegar hoy a tu pequeño Santuario. Tú lo has convertido para mí, con tu solicitud de Madre y los innumerables regalos que en él me has hecho, en el terruño amado, el hogar silencioso e inundado de paz donde cada día quisiera volver a reposar en tus brazos y entregarte toda mi debilidad y pequeñez con filial alegría. Si la jornada ha sido difícil, y aunque ella haya sido coronada sólo por fracasos exteriores, el volver junto a Ti y ofrecerte todo el día transcurrido veo cómo él se convierte en un triunfo de tu amor maternal por mi impotencia de niño, y me siento íntimamente gozoso de esa total seguridad en tu cobijamiento materno.

            Madrecita, en este hogar nuestro has juntado para mí la tierra con el Cielo. Todo lo verdaderamente bueno y amable de nuestra vida terrena, el amor filial, el amor paternal, la vinculación al terruño, el ansia de paz y felicidad espiritual, la fuerza de grandes ideales, me los has regalado desde tu Capillita. Pero todos estos bienes terrenales, aunque sublimados, me los has sabido mostrar como lo que en verdad son: sólo una nostalgia de cielo, de eternidad, de Dios...En este lugar has recogido con cariño y sabiduría maternales todo lo que puede haber de grande y de bueno en mi débil naturaleza humana, para elevarlo y transformarlo con tus gracias y orientarlo hacia la vida sobrenatural.

                        Sí, Madrecita mía, en éste tu pequeño Santuario de gracias conviertes Tú al vaso inútil y vacío de mi naturaleza en un Cáliz capaz de abrirse para recibir a Cristo. Y desde tu Santuario elevas hacia Dios ese Cáliz, mi corazón, para que él se llene de la Sangre Divina. Madrecita, haz Tú que mi corazón sobre tu Santuario sea siempre un Cáliz abierto hacia el Cielo, como Tú misma lo fuiste, de tal manera que, en este lugar que Tú elegiste para distribuir con predilección tus dones, todo el mundo natural se una en íntima armonía a lo divino, y que toda mi vida se centre exclusiva y eternamente en torno a la Sangre de tu Hijo, línea sutil que une la tierra con el Cielo.

jueves, 11 de febrero de 2016

El rostro de la misericordia


“que en mi rostro se marque el suyo” (Mario Hiriart)


Halla el Papa Francisco la más amplia gama de palabras, símbolos y ejemplos a fin de que podamos asomarnos a entender la misericordia, a la cual invita a “cuantos lean esta carta” (la Bula de convocación del Jubileo: Misericordiae vultus), pues “es un anuncio al mundo”.
            En este mensaje entra directo adonde, en realidad, quiere llegar. Deja de lado cualquier timidez que confundiría. Este asunto de la misericordia no tiene nada que ver con puros sentimientos, ni con compasiones de a ratos, ni con gestos aislados, ni con obras filantrópicas.
            Entra de plano y traza la raya que va desde la fuente a la meta: “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre”. Él es de donde parte y adonde va, no sólo la invitación, sino la misericordia misma.
            No olvidó apuntar a que “la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios” (Misericordiae vultus, 17).
            Pues bien, entramos a la Cuaresma nueva del 2016. Igualmente, el Papa propone aquí un camino, un modelo y una acción.
            El camino es la incansable oferta de Dios, su “alianza” (nueva y eterna), ya que la que Dios ha sellado siempre y para siempre con los hombres es “una historia de misericordia”.
            El modelo es “María, ícono de la Iglesia que evangeliza porque es evangelizada por el Espíritu”.
            Y la acción es la pequeña respuesta que se nos pide y por la cual se nos juzgará al final (Mt 25), son las obras de misericordia, porque “nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos”. Por estas obras de misericordia corporales “tocamos la carne de Cristo crucificado en los hermanos”, mientras que por las espirituales somos los pecadores quienes podremos “recibir como don la conciencia de que uno mismo es un pobre mendigo”.
Al proyectar cada palabra documental del Papa sobre el silencioso siervo de Dios Mario Hiriart, ocurre una transparencia sorprendente. Todas las veces que Mario usa la palabra “rostro” en su diario personal se refiere siempre a Dios, excepto una. Esa única vez que se vuelve a su propio rostro es para decir: “En el lienzo de la Verónica quedó, Jesús, tu rostro marcado en sangre -así también quisiera yo que en mi rostro se marcaran con sangre sus rasgos divinos-” (2.7.1959).
Tenía 27 años, y probablemente sin hondos planteos, estaba viviendo proféticamente lo mismo. ¿Quién podría decir que andaba por cualquier otro camino, cuando para él vivir en y de la alianza era todo su desvelo?
¿Quién dudaría que todo lo miraba por los ojos de María? No había para él nada que tomara posesión hasta de su respirar más que hablar, mirar, imitar, vivir por Ella, sabiendo que era la senda perfectamente segura hacia su Hijo y la Trinidad entera.
¿Quién sostendría que este ingeniero apasionado -con fuego interior- del cielo y de la tierra no sabía nada de obras de misericordia? cuando él prefirió un trabajo del todo desfavorable mirado desde el éxito temporal, por dedicarse a ser un anunciador de la alianza y del gran kerygma del amor misericordioso de Dios a cada hombre y mujer de todos los tiempos.    
            La misericordia tiene Rostro, y es Cristo Jesús su definitivo Rostro. Él es la “Misericordia encarnada” (Misericordiae vultus, 8). En el Hijo hecho hombre, Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que puede hacernos capaces a nosotros mismos de misericordia... si pedimos con el mismo ardor “que en mi rostro se marquen con sangre sus rasgos divinos”.

La misericordia en los ojos de Mario Hiriart