LATINOAMÉRICA, Claudio Martínez. F. 3 AM. Noche aún. Las estrellas decoran el cielo que nos mira despertar. 5 AM. Oración de la mañana. Se escucha el grito “¡Cruzada de María, en marcha!”. 120 aventureros de la Mater se ponen en camino, siguiendo la imagen de su Reina y avanzando por el costado de la carretera o las vías de tren abandonadas. 1 PM Cansados, pero con una inmensa sonrisa en la cara y en el corazón, llegan al lugar de descanso, habiendo avanzado unos 25 Km.: un poco más cerca de la meta. 7 PM Celebración de la Santa Misa, cena, oración de la noche y descanso.
Más o menos este fue el ritmo de vida que llevamos durante 16 días, 109 muchachos de las juventudes masculinas de Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, México y Chile, más 5 seminaristas y 6 sacerdotes. El 13 de enero iniciamos la aventura de cruzar a pie la cordillera de los Andes – el cordón montañoso más alto de América del Sur – uniendo los Santuarios de Mendoza en la Argentina y Bellavista en Santiago de Chile, separados nada más ni nada menos que por 400 Km.
Un amor loco por Schoenstatt y su misión
Razones comunes a todos para hacer esto: un amor loco por Schoenstatt y su misión, por la Mater y el legado del Padre Kentenich. Razones personales: muchas, que fueron ofrecidas aportando al capital de gracias con ampollas, dolores musculares, frío, viento, calor, cansancio, horas de meditación y de oración, conversaciones de lo humano y lo divino, nuevas amistades, canciones y mucha, pero mucha alegría. Ni siquiera una tormenta de lluvia, polvo y viento implacable fue capaz de hacer renunciar a estos cruzados de la Mater, que avanzaban como Iglesia latinoamericana, la que este año estará marcada por la V Conferencia del CELAM, especialmente por el tema del Discipulado en Cristo. Día a día los peregrinos fueron meditando acerca de cómo ser discípulos de Cristo en Schoenstatt y cuál es el aporte que como jóvenes quieren hacer en sus ramas y en el mundo de hoy.
¿No fueron los locos, los que otros llamaron locos, quienes soñaron con nuevas realidades, aquellos que de alguna forma lograron cambiar el mundo?.
Luego de recorrer hermosos paisajes y ascender lentamente, atendidos muy bien por la familia de Mendoza, el domingo 21 de enero llegábamos a nuestra primera meta. A 4.000 metros de altura, justo en la frontera entre ambos países, se levanta la estatua del Cristo Redentor, el monumento a la paz más antiguo del mundo. Ahí se hace palpable el sueño de Mario Hiriart, cuya cruz preside la caminata: “Desde Río Grande hasta Tierra del Fuego, América será tuya y arderá en el amor de Dios por medio de la alianza de amor. En los Andes construiremos un Santuario como símbolo de la unión de nuestros pueblos y nuestros corazones, como símbolo del triunfo que la política no pudo obtener y que la Mater obtendrá por medio de sus instrumentos”. Y eso fue justamente lo que hicimos, formar todos abrazados un Santuario en torno al Cristo, un Santuario que se venía gestando en el camino y un Santuario al que esperábamos llegar.
En esta cuarta Cruzada de María, la peregrinación más larga de América, los jóvenes también cargaban en sus mochilas las intenciones de muchas otras personas, que fueron ofrecidas a los pies del Cristo Redentor. Espiritualmente caminaron con nosotros y sus anhelos se elevaron al cielo, en medio del cielo.
¿Qué hacen aquí?, ¿están locos?, seguramente era lo que pasaba por la cabeza de los automovilistas y camioneros que nos saludaban con toques de bocina y nos deseaban suerte. Sí, porque algún tipo de locura hay que padecer para hacer semejante sacrificio en medio de las preciadas vacaciones de verano. Pero ¿acaso no fueron los locos, los que otros llamaron locos, quienes soñaron con nuevas realidades, aquellos que de alguna forma lograron cambiar el mundo?.
Todos juntos en el Santuario
Seguimos la misma ruta que hace 190 años hicieran las tropas que a las órdenes del Gral. José de San Martín liberaron a la Argentina y a Chile. Claro que este ejército de hoy no llevaba armas, sólo la fe, y su gran batalla era conquistar la libertad interior, que suele ser la lucha más dura.
Comenzamos el descenso y las ansias por llegar aumentaban. Santa Teresa de los Andes nos recibía en Auco y su ejemplo de santidad era más que alentador. También el cobijamiento y la hermosa recepción que nos hiciera la Familia de Nuevo Belén, y luego la Federación de Señoras en la Casa de Manuel Montt, nos dieron fuerzas para el último tramo.
De Santuario a Santuario, luego de 16 días la meta se hacía realidad. Primero todos juntos y luego corriendo, llegábamos hasta el Santuario de Bellavista, el Santuario de la Misión, a renovar nuestra Alianza de Amor y decirle a la Mater: aquí estamos, como nadie nos dijo que era imposible, lo hicimos por ti. Y tal como dicen las Escrituras “quítate el calzado, porque la tierra que pisas es tierra santa”, nos sacamos los zapatos y todos juntos, los 120, entramos al Santuario para agradecerle con emoción a la Mater todas las imborrables vivencias de esos días.
Queremos recordar especialmente al Padre José Luis Zabala por preparar y conducir esta Cruzada, a Dante Bercich por su infatigable ayuda y compañía, a los ejércitos argentino y chileno por su hospitalidad y apoyo logístico, y a todas las personas que colaboraron para que este sueño se hiciera realidad.
Hasta 2010…
¿Qué pasó por el corazón de cada peregrino?. Eso sólo Dios y la Mater pueden saberlo. Claro que algo de ello podemos leer en el libro recientemente publicado por Editorial Patris Argentina: “Cruzada de María, una locura de amor”, de Javier Lascano, con los testimonios de jóvenes que han participado en las diversas cruzadas.
¿Qué sintió este peregrino?. Una inmensa alegría y agradecimiento por haber acompañado – ahora como seminarista – a tantos jóvenes que anhelan acercar este mundo a Dios y que buscan incesantemente ser santos, ahí donde Dios les pida estar.
Y para los que se animen, ¡guarden fuerzas! porque en el año 2010 nos encontraremos para una nueva Cruzada, la del bicentenario de la independencia de nuestros países.
Fuente: www.schoenstatt.de
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