UNA AVENTURA ESPIRITUAL
Jóvenes de diversos países, del Movimiento Schoenstatt, realizaron este verano una travesía plena de espiritualidad
Que 120 jóvenes decidan cruzar los 400 kilómetros que separan Mendoza con Bellavista en Chile a través de la Cordillera, caminen durante 15 días subiendo a 4200 metros de altura, duerman a la intemperie, pasen frío y calor extremos, puede parecer uno de los tantos programas de "turismo de aventura". Sin embargo está lejos de serlo.
La Cruzada de María es una propuesta que hace el Movimiento de Schoenstatt cada tres años y del que en enero participaron chicos de distintas partes del mundo con un solo lema: la unidad de todos los pueblos latinoamericanos.
Matías Moy, un estudiante universitario oriundo de Ushuaia que participó de la Cruzada cuenta: "Me enteré de la peregrinación en el 2005 mientras hacíamos una misión en Mendoza y me entusiasmó mucho la idea de cruzar los Andes caminando. Si bien no iba con expectativas la experiencia fue hermosa. En medio de la Cordillera, mirando alrededor la naturaleza es imposible no encontrarse con Dios y con María".
Claro que no todo es fácil, aclara, "ya los primeros días te duelen las piernas, el cuerpo, estás cansado de dormir en el suelo, te salen ampollas y los almuerzos son siempre iguales: un pan, una papa, un tomate y un huevo".
Las peregrinaciones comenzaron en 1999 por iniciativa del sacerdote de Schoenstatt, Claudio Martínez, ante la proximidad del jubileo y como programa previo a un encuentro internacional de la juventud masculina de ese movimiento. El mismo camino recorrido por San Martín y O'Higgins para lograr la independencia de los pueblos chileno y argentino, en esa oportunidad fue instrumento de la lucha contra aquello "que aleja a los jóvenes de Dios". "El Cristo Redentor, primer monumento a la paz en el mundo y nuestros santuarios marianos son una permanente invitación a ello", decía el sacerdote en una carta enviada a la Familia de Schoenstatt Internacional ese año.
Ocho años después, con el mismo espíritu, jóvenes de Argentina, México, Brasil, Uruguay, Paraguay y Chile unieron caminando los dos santuarios. "Cuando la columna se separaba —recordó Matías— y me quedaba un poco solo, miraba las montañas a mi alrededor y eran momentos ideales para rezar, cantar, para reflexionar sobre mi pasado y también sobre qué quiero para mi futuro". Con la cordillera, lagos y desiertos como escenario, todas las noches celebraban misa. "Sufríamos mucho el viento —dijo— pero cada una era inolvidable, diferente a cualquier otra celebración".
Todos los que participaban dispusieron de su tiempo de vacaciones para hacer esta cruzada. "En lugar de ir a ver a mi familia a Ushuaia —dijo Matías— preferí ir a Mendoza y no me arrepiento. Alguno puede pensar que es como un deporte, pero si se lo toma así se hace muy pesado. Yo me di cuenta que con un poco de esfuerzo personal y decisión se puede superar cualquier cosa en la vida. Siempre que Dios y María estén a nuestro lado no hay nada imposible".
María Montero
Fuente: www.clarin.com
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