sábado, 5 de noviembre de 2005

Palabras del Sr. Sergio González U.

PALABRAS EN EL ENCUENTRO FLORIDANO DEL 5 DE NOVIEMBRE DEL 2005, CON OCASIÓN DE LA DECLARACIÓN DE MARIO HIRIART COMO “HIJO ILUSTRE DE LA FLORIDA”.

Sr. Alcalde; Srs. Concejales; Autoridades de La Florida; Srs. Parlamentarios; Representantes de organizaciones comunales; Dirigentes del Movimiento de Schoenstatt y de la Fundación Mario Hiriart; Estimados Vecinos de la Comuna de La Florida y todas las personas que nos acompañan esta tarde.

He preferido traer mis palabras por escrito porque a estas alturas de la vida, o la memoria nos falla, o la emoción nos impide expresar lo que queremos.

Este momento es para mi doblemente importante y emocionante : se trata de dar testimonio de un gran amigo y compañero de ruta desde 1948, cuando comenzamos a venir a La Florida, en los inicios del Movimiento de Schoenstatt en Chile y de la construcción de este Santuario de Bellavista.

Pero además, dirijo estas palabras a la comunidad de La Florida toda, después de casi 33 años de haberlo hecho tantas veces, siendo Alcalde elegido de esta querida Comuna, cuyos vecinos me dieron la oportunidad de servirla con todo el entusiasmo y la fuerza propios, de la etapa de la vida en que se está tal vez con la máxima capacidad de nuestras facultades, lo que siempre he agradecido a Dios, porque fue mucho más lo que recibí, que lo que pude entregar.

Y debo reconocer, desde ya, que las conversaciones con Mario Hiriart y su adelantada visión sobre el papel del laico y su labor y responsabilidad frente a la sociedad donde está inserto, fueron muy importantes en mi decisión por entregarme al servicio público, mientras las circunstancias lo permitieron.

Pero, ¿quién fue Mario Hiriart y cual fue su relación con La Florida y este lugar?.

Conocí a Mario en el Colegio Alonso de Ercilla, de los Hermanos Maristas - una delegación de ellos nos acompaña esta tarde - y ya se hacía notar como un brillante alumno, muy inteligente, extraordinariamente cumplidor y un muy querido compañero. Luego nos encontramos en la Universidad, él en la Escuela de Ingeniería y yo en Derecho y continuó siendo un inteligente y destacado alumno, que no buscaba su brillo personal, también muy querido y respetado y sobretodo, buen compañero y servicial con sus condiscípulos, y posteriormente con sus propios alumnos.

Una demostración de lo anterior, en el caso de los primeros, fue el compartir sus propios apuntes que eran considerados los mejores, más completos y ordenados y ponerlos a disposición de sus compañeros. Con los segundos, comprometiendo toda su persona y capacidades en sus clases y vinculación personal con sus alumnos, llegando incluso a la formación de un “banco de libros” para ayudar a los que no podían adquirirlos por sus escasos recursos.

Esta actitud de permanente servicio de Mario Hiriart ha sido reconocida por muchos de ellos, en sus testimonios durante el proceso para su causa de beatificación que terminó su tramitación en Santiago el año pasado y se encuentra actualmente en Roma, continuando su camino para ser reconocido, ojalá muy pronto, como un nuevo Beato y Santo de nuestro país, como lo señalara el Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado del Vaticano, en la Misa de Acción de Gracias que celebró con los peregrinos chilenos que acompañaron la Canonización del Padre Hurtado.

Al término de sus estudios, Mario Hiriart fue distinguido como el mejor ingeniero titulado ese año, recibiendo por esas razones, el premio Marcos Orrego Puelma que otorga el Instituto de Ingenieros de Chile al mejor egresado, considerando no sólo sus estudios y Memoria de Prueba, sino también sus condiciones humanas y su comportamiento global como estudiante y compañero.

Ya recibido, Mario aceptó la invitación que le hiciera uno de sus profesores, en ese entonces Gerente de la Corporación de Fomento de la Producción, CORFO, para que se integrara al grupo de ingenieros de esa importante repartición pública en el desarrollo del país, porque tenía claro su responsabilidad de entregar todas sus capacidades y conocimientos, para que nuestra patria y sobretodo sus con-nacionales pudieran crecer cada día más para alcanzar las necesarias condiciones que les permitieran ser más plenos, realizados y felices junto a sus familias.

Luego de un período de formación en Brasil, como laico consagrado del Instituto de los Hermanos de María de Schoenstatt, Mario podía regresar a trabajar en la CORFO, pues se le había guardado un lugar para que continuara aportando en su Plan de Desarrollo del país, pero prefirió el ofrecimiento de integrarse al cuerpo de profesores de su querida Escuela de Ingeniería.

La CORFO le ofrecía las mejores posibilidades de carácter personal, profesional y económicas, mientras la Universidad le ofrecía posibilidades de proyección social e intelectual, unidas a un directo contenido apostólico y al contacto con la juventud, que no dudó en aceptar, porque con ello podría cumplir mejor sus deseos de dedicarse a las nuevas generaciones y contribuir a su formación intelectual y profesional, pero sobre todo a su desarrollo espiritual e integral.
La relación de Mario Hiriart con La Florida en lo personal y en lo espiritual, a través de este Santuario de Bellavista, se extendió por 16 años de los 33 que tenía al momento de su muerte, entre 1948 y 1964.

En sus múltiples visitas a este lugar, utilizó en esos años, el antigüo trencito que partía de Plaza Italia hasta Puente Alto y también los buses que iban a este último lugar, en especial la variante Open Door que subía por Walker Martínez.

Mario Hiriart era un enamorado de la belleza de La Florida y del diáfano cielo de esos tiempos y en sus horas de meditación muchas veces contempló la cordillera y en esa naturaleza limpia, sin duda le resultó más fácil soñar con sus proyectos de cambiar el mundo, para hacerlo más justo y al servicio del hombre, de cualquier origen y condición, vinculándose a sus hermanos, amigos y alumnos y sobretodo a Dios y a la Virgen María.

Le gustaba mucho venir a La Florida y en varias oportunidades, en los veranos, se quedó en nuestra casa mientras estábamos de vacaciones.

Hay hermosas páginas en su Diario de Vida que testimonian el cariño e íntima relación que tenía con esta Comuna y con el Santuario de Bellavista.

En estos días hemos recordado diversos aspectos de la vida del Padre Hurtado y como al vecino pueblo al poniente de Santiago se le puso su nombre en reconocimiento a su persona y a la obra que realizó en ese lugar. Allí impulsó la edificación de un Seminario y de una Casa de Retiros y en muchas oportunidades predicó a los jóvenes y dictó cursos para profesionales, sindicalistas y trabajadores.

Quienes fuimos compañeros y amigos de Mario Hiriart, con mucha modestia pensamos que lo anterior vale también para él, respecto de La Florida.
Mario ha sido un hito humano y espiritual trascendente, en el surgimiento de la Obra de Schoenstatt en Chile, que tiene aquí en Bellavista, en La Florida, su más importante centro de encuentro y de espiritualidad.

Quizá lo más impresionante humanamente, es el lugar de su Tumba, detrás del Santuario, que es habitualmente visitada por millares de personas de La Florida, del resto de las Comunas de Santiago y de todo el país. Más aún, la Tumba de Mario Hiriart es conocida y venerada en muchas partes del mundo y son numerosas las personas de otros países que al venir a Chile, hacen un hito importante en su viaje, para visitar La Florida y el lugar donde descansan los restos de Mario Hiriart.

San Alberto Hurtado es importante para nuestra patria, para Chile en cuanto país, y no sólo para la Iglesia Católica, según es reconocido en forma unánime en todos los sectores del quehacer nacional, porque su espiritualidad y enfoque respecto de la acción política y social, del más necesitado y abandonado, del trabajador, de la familia, se han hecho real y concreto, al punto de considerar su legado un inmenso bien humano y cultural para la sociedad chilena.

Creemos que con mucha razón, el Sr. Presidente de la República se ha referido al Padre Hurtado como un verdadero Padre de la Patria.

Leía hace algunos días un artículo que afirmaba que “los Padres de la Patria , aquellos que han formado, renovado y hecho perdurar aquel núcleo de sentimientos, valores,
ideas, memorias y aspiraciones, que constituyen nuestro orgullo y tarea como pueblo, no son sólo ni principalmente los héroes guerreros o los gobernantes.
Alberto Hurtado, con su obra, su pensamiento, su legado institucional y su huella en la vida de tantas personas, ha moldeado la identidad del Chile que hoy vivimos. Esto trasciende el mundo católico o religioso. El nos señala, cada día, a lo que podemos aspirar como comunidad nacional.”

Así nos parece también a quienes lo conocimos y a quienes han examinado su vida y sus escritos, en el voluminoso proceso para su beatificación, que también Mario Hiriart es un camino para toda persona, más allá de su credo religioso o posición filosófica, porque su característica fundamental es ser un laico, en medio del mundo, que luchó por mostrar a Dios a través de los actos comunes y corrientes de la vida nuestra de cada día. Frente a sus compañeros de trabajo, en el servicio a sus alumnos, en su labores como ingeniero en la CORFO, como profesor en la Universidad.

Mario Hiriart había ofrecido a Dios “hacer lo ordinario, extraordinariamente bien” y eso se expresaba en la calidad de su vinculación a las personas, las ideas y las obras que emprendía. Su carisma especial es la plena realización humana, la santificación, a través de los acontecimientos grandes y pequeños del día de trabajo.

Chile necesita apóstoles sociales, como el Padre Hurtado y también apóstoles silenciosos como Mario Hiriart, que den testimonio con su vida personal y que se manifiesten en cada actitud de la vida diaria, porque este camino pertenece a todos y a cada uno de nosotros, que tenemos familia, trabajo, vecindario, amistades y nuestro querido país. Allí debe surgir el hombre nuevo, el hombre integral y armónico.

Esta es la originalidad de Mario Hiriart, ser un pionero que se adelantó a su tiempo y descubrió y luchó por vivir, a pesar de su debilidad y problemas de salud, con la misión de que los laicos tienen un importante y único rol en la conformación del mundo y que su tarea original más específica es la de penetrar todas las estructuras y la riqueza de la vida, con la gracia de Cristo.
Por eso pudo escribir en su diario su conocido pensamiento : “necesitamos ingenieros que cambien el concepto vital de la ingeniería, simplemente viéndola de otro modo y hasta sus últimas consecuencias; y arquitectos, abogados, agrónomos que hagan otro tanto con su profesión; necesitamos artistas, poetas, músicos, que hagan arte consagrado a Dios y a la vez, captando los valores vitales de la época, recojan todas sus inquietudes e impulsos” y, me permito agregar por mi parte, necesitamos matrimonios que asuman su paternidad y maternidad con responsabilidad frente a la actual crisis de valores, y también, albañiles, carpinteros, pintores, maestros y trabajadores en general, que sientan que con su esfuerzo son parte importante de nuestra sociedad y están contribuyendo a su pleno desarrollo y al de sus propias familias.

Ese es el camino que con su corta pero fructífera vida nos ha trazado Mario Hiriart, Hijo Ilustre de La Florida y a quien esperamos ver pronto reconocido como un nuevo santo chileno, para bien de todo el pueblo de Dios, como dice la oración que rezamos por su beatificación.

Apreciamos en todo su valor y agradecemos la decisión del Alcalde y Consejo Municipal y nos atrevemos a afirmar que el acuerdo que han adoptado, va a ser considerado con el tiempo, cada vez más un orgullo para la Comuna.

Muchas gracias a la Ilustre Municipalidad de La Florida y al Santuario de Schoenstatt, por el regalo que nos han hecho con este acto y Muchas Gracias también a Uds., vecinos de esta querida Comuna y de otros lugares, por acompañarnos en esta tarde.

Muchas gracias.

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